Ferrer: Fragmentar la mirada

El arte de Ferrer no es dogmático ni impositivo, tampoco está velado por un intelectualismo vacuo, sino que acude a la primigenia de la experiencia visual para hacer de ella un trance, una suerte de danza o rito que nos invita a volver a lo básico, a posar la mirada sin ningún tipo de prejuicio, sobre aquellas piezas que más que contarnos una realidad palpable o visible, nos ofrecen a modo de paraeidolia, la oportunidad de hallar en el caos aparente una visión de nuestro propio interior. Estas piezas más que ofrecer respuestas nos extienden preguntas, no se conciben como un objeto terminado, sino como un detonante, como un proceso que no termina donde acaba el lienzo. El qué estoy viendo no es más importante que el qué estoy sintiendo, por el contrario, en ese sentir, en esa emocionalidad es que Reynier da sentido a su búsqueda de una verdad inmaterial y etérea, que le ayude no solo a comprender el mundo, sino a canalizarlo, a descifrar aquello que ni siquiera en las palabras halla traducción.

El mundo que me rodea me asalta con texturas, sucesos, golpes y caricias de una realidad caótica… y tengo que darles cuerpo. Mi obra es la respuesta a eso que llaman estar vivo

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